martes, 8 de diciembre de 2015

Cuento Arquetipico sobre Lo Estupido (El Cristo de Renca)







El arquetipo se suicidó en la madera y se hizo objeto y carne. Sabía su función. Su lugar en el juego cósmico. También entendía que dentro de la esfera del eterno retorno había un espacio oscuro e irreversible. Un periodo sucio y viciado en el que las ordas destructoras del demiurgo del universo se harían más patentes. El ciclo se tenía que cumplir, así que decidió morir en una cruz de madera de espino en el valle de Limache.
Su delicada verdad se hizo objeto en un simple árbol y tomó la forma de una cruz. El tronco vertical en perfecta armonía y sincronía con el madero que lo cruzaba, cortando el espacio en cuatro zonas inconfundiblemente sacras.
El alma que lo vio era un indio ciego que recogía frutos por el sector. Y digo lo vio, porque después del encuentro con el árbol, la luz se hizo en los ojos del desdichado.
El indio ciego, acostumbrado a leer el lenguaje de lo desconocido, entendió el símbolo arquetípico y supo que era la llegada de los tiempos del demiurgo.
Aquella noche lloró largamente, dejo una nota con la ubicación del árbol, y se suicidó.
La nota iba dirigida a los ciegos, a los de verdad, y detallaba en forma precisa el sitio en donde se erigía la cruz.
Como tenía que ocurrir, los ciegos no entendieron nada y adoraron al árbol, a la materia, como si de un dios se tratase ( ese dios ya estaba muerto en la madera), lo arrancaron de la tierra, rajaron sus raíces ( desapegaron y castraron su mitad, lo hicieron cojo) y se lo llevaron a un santuario lejano bajo los pies de los cerros de Renca.
Los años del demiurgo comenzaron a correr.
Luego de algún tiempo el árbol se incendió y se hizo cenizas para volver a renacer en su mundo de ideas.
Los ciegos desesperaron y vieron en ello una venganza del cielo. Sus oraciones quedaron mudas repitiéndose como ecos sordos dentro de las paredes del templo.
Ellos necesitaban la figura.
Así que la hicieron. Dentro de su necedad volvieron a tallar otro árbol cruciforme, a imagen y semejanza del anterior, y lo volvieron a hacer dios.
Y el demiurgo triunfo.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Apis Cultus





El pequeño insecto se posó sobre sus nudillos. Levantó la mano con ligereza para situarlo frente a sus ojos y observarlo mejor.
-¿Sabías que en inglés abeja se pronuncia igual que el verbo ser o estar?
El sujeto en el suelo no respondió.
- En este caso "biii". Ahora ¿Porqué? No lo sé. Es lo que pretendemos averiguar ahora ¿No?
El apicultor dejó a la pequeña junto a sus hermanas, su comunidad. Un enjambre de por lo menos cuatrocientos insectos llenos de vida. Había aprendido a entenderlas, a contemplar sus danzas y a leer sus símbolos. Sí, estos pequeños animalitos podían representar un lenguaje alegórico a través de sus frágiles movimientos. Maravilloso sin más.
El sujeto atado desde el suelo fue el espectador de una lección de simbolismo animal.
El apicultor giró sus manos en torno a la colmena dando ligeros soplos que sacudían los pelillos de los insectos. Estos parecían comprender el mensaje y comenzaron a emitir un extraño zumbido oscuro y profundo.Era el mensaje supremo del odio. El mismo que las hacía clavar sus afiladas agujetas en la carne, hasta dar su propia vida al servicio eterno del dolor.
Esta vez la víctima más apetecible era el sujeto en el suelo.
- Haz la pregunta. ¿Porqué?
El sujeto no supo qué decir. No habló.
- El alma. La abeja es tu alma. Abeja es "Bee", y "To Be" es ser o estar, representa tu alma, tu existencia y tu "ser". Tu cuerpo es la colmena. Esto dice una leyenda: "Día tras día la abeja hace un viaje simbólico en búsqueda de su sustento. Para esto deja la colmena y se aventura a la vida, la vida real. Cada nueva flor es vida nueva para el insecto, pero tiene que sacrificar, cruzar el río". Hombre: Abandona la colmena.
El sujeto lo miró aterrado. Sabía adónde pretendía llegar. Cierta vez tuvo la oportunidad de visitar, en algunas ya lejanas vacaciones, el antiguo Egipto y aprendió los significados del traje del faraón. Bit se le llamaba a la abeja. El faraón viajaba al inframundo en un sarcófago de características apiformes. Dejaba su cuerpo, se elevaba con su alma...
- Las abejas saben del odio - Continuó hablando el apicultor - Necesitan herir cada cierto tiempo. Es necesario para su especie. Un culto antiguo que sintetiza lo simbólico con lo real. Ellas te elijen y te dan libertad para que escojas tu propia flor y fecundes el néctar de tu alma. Son pocos los elegidos para hacer de su carne el símbolo de esta ancestral necesidad cósmica...

El apicultor comenzó a producir un escalofriante sonido, una cruza entre llanto de bebé y el motor de algún vehículo oxidado. En su garganta nacían los agudos y en las profundidades de su boca las vibraciones de motor.

Las abejas se alteraron.

El sujeto en el suelo pudo divisar a través de los pálidos rayos de sol que iluminaban la pieza y comenzaban a colorear la colmena, como los pelillos de las abejas se erectaban, desafiantes y nerviosos, haciendo un guiño a la ya cercana muerte.

Luego, una gran masa de insectos voladores salía de su tibio hogar para consumar el sacrificio ritual y entregar sus vidas e intestinos prolapsados en honor de la sangrienta madre naturaleza.

La víctima se preparó para sufrir. Sabía que cada centímetro de su piel sería penetrado por cientos de afiladas y venenosas agujetas ciegas de ira y que el dolor por recibir sería inconmensurable. El apicultor sabía preparar bien a su rebaño y sabía hacerlas entrar en calor.

Al cabo de unos pocos minutos el alma de la víctima viajaba al reencuentro con su inhumana madre, al lugar donde siempre estuvo pero que jamás, hasta ahora, pudo ver.

Las sobras de aquello, ese cuerpo irritado e hinchado en el suelo, fueron recogidas por el apicultor y sepultadas bien a resguardo bajo unos bloques rocosos de una verde colina cercana.

- No es tan malo morir - se decía a sí mismo mientras cavaba la disimulada sepultura - !Gracias madre!




sábado, 24 de octubre de 2015

El Daimon






                 La enorme estructura de la especie humana, esa gran mole formada por siete mil millones de individuos repartidos por el globo, al igual que su masa cárnea  formada por músculos, huesos y órganos cubiertos de una inmensa piel multicolor, se puede entender si así lo quisiésemos, como un sola unidad. Tal como miles de millones de átomos forman alguna estructura que en nuestro orden mental entendemos como "cosa" y le damos un nombre para diferenciarla, miles de personas forman algo más grande, una entidad-colectiva.

                 Entendiéndolo así, nuestra existencia no sólo se puede limitar a los contornos de nuestro cuerpo ni a los alcances de nuestro pensamiento, sino que  somos sólo una pequeña parte de algún órgano que conforma un gran sistema humano.

                  Esto es como lo dicen las corrientes herméticas: "Lo que es arriba, es abajo". Todo modelo de  micro-sistema se repite hasta el infinito en un sistema mayor y mayor. De lo macro a lo microscópico y viceversa siempre se reproduce el mismo molde, eterno hacia ambos extremos.
 
              Ahora, dejando de lado lo orgánico y carnal, nos encontramos con un alma colectiva, una supra-alma, un genio cuya finalidad es llevar a esta entidad corpórea por el camino de la subsistencia y la preservación de la especie. Es esta inconmensurable alma la que tiene un cuerpo y no al revés. Los cuerpos, las partículas se van, pero el alma, la identidad humana, se mantiene intacta y vigente a través de millones años.

           Los griegos en la antigüedad llamaron a esta sustancia espiritual el Daimon. Cada persona tiene un Daimon que lo acompaña y lo comparte con el resto de sus congéneres durante toda su vida (Sócrates se defendía diciendo que el Daimon le decía qué hacer o no hacer). La única intención de este ser colectivo es que alcancemos durante nuestra breve permanencia planetaria la felicidad absoluta. Pero no una felicidad momentánea, basada en un criterio de causa – efecto, sino que una felicidad permanente, una “eudaimonia” como la llamó Aristóteles. Un estado constante de alegría solo por el hecho de ser y existir.

           Dicha eudaimonia  sólo puede provenir desde el Daimon y no desde lo material, que sólo nos gratifica desde un contexto de causalidad. Pero el Daimon está enfermo. Y lo está porque sus millones de partículas no escuchan a su genio interno y sólo son felices, con sumo esfuerzo, cuando pueden tocar o ver las cosas, siempre bajo el lastre de su sistema sensorial.

              Yo mucho hablo, pero también al igual que ustedes tengo al Daimon gritándole sin descanso a mi cuerpo que pare, que busque mi eudaimonia, que lo escuche, que estoy agravando el cáncer de la humanidad y que estoy yo mismo siendo una partícula cancerígena.

               Así que me propongo, que este será el último día de mi vida siendo sordo, porque le prestaré atención a este tesoro, a este genio que me grita…


               Escucharé los consejos de mi Daimon, de nuestro Daimon...

Venus (La Otra Historia Celeste)









                   Venus, lucero del alba, abrió sus ojos aquella mañana.

               Era tan pequeña su participación en el espectáculo cósmico que se sentía abandonada por su padre el Sol.

               Su escasa intervención de apenas unas horas, a diferencia de las demás estrellas,  se reducía al alba y al atardecer y siempre en las cercanías de su padre. Jamás era libre.

               Esa mañana, Venus habló:

               -¡Porqué debo  tolerar, oh gran dios, que dentro de vuestra majestuosa manta lumínica me cubras cada mañana y tarde, sin daros cuenta que esa luz me ciega y me opaca como una estéril alma sin vida ni color propios!

               -¡Tú menos que nadie debiese hablar! ¡Oh mi preferida y siempre cercana Venus! – Le respondió el Sol – Que en mi manto te he convertido en la más bella y luminosa de las estrellas, pero tú te has hecho caprichosa y embustera.

               -¡Yo sólo deseo brillar en la Gran Noche padre, tal como las demás estrellas, pero estoy condenada a brillar siempre bajo el fulgor de tu inmaculada luz, desestimando y menospreciando mi belleza!

            -¡Que mal agradecida eres, Venus mi hija preferida! Yo que te he cuidado en cada momento y lugar,  cobijándote bajo mi luz y calor. ¡Por eso siempre te quise al lado mío, para que nadie olvidase jamás que Venus es y será por siempre la heredera de mi resplandor!  

             La estrella rebelde sólo callo y se retiró.

            Venus sabía de los hombres y de su poder. Un poder que ni ellos mismos conocían. Un poder tan profundo e invisible que era capaz de transformar realidades físicas. Una potencia en suspensión gigantesca que su existencia misma pendía de ello. Ella existía mientras ellos creyesen que existía, así si el Gran Astro Rey era olvidado por ellos, era muy probable que físicamente desapareciese.

             Venus brilló como un relámpago en los cielos frente a los ojos de los hombres, en el amanecer de los tiempos, pero su blanco destello la convirtió en un polvillo de cenizas refulgentes que se derramaron sobre la tierra y se hundieron en los abismos del subconsciente humano.

          Aquel polvo se hizo alma y sapiencia en el corazón de algunos habitantes de la tierra, que comenzaron a odiar al Sol, a su brillo y calor abrasador, criticándolo, quejándose, y encontraron abrigo en la noche y su sereno. Ellos llamaron al fulgor celestial, Lucifer, el que porta la luz.

               Lucifer les enseñó que existían dos tipos de luz: la exterior, del Sol y de los tontos, y la interior, la llama negra, la de los fuertes e iluminados. También les enseñó que ellos en su interior al igual que él eran estrellas, pero la luz del Sol los hacía invisibles y los anulaba con su narcisismo y ego aumentado. 

               Muchos prefirieron seguir soñando en la falsa luz, idolatrando la necedad en la belleza frívola y material... y crearon grandes imperios y colosales monumentos en honor al Sol. Hicieron guerras, ganaron poder y dominaron a los no-videntes.

                Sólo algunos de los hombres escucharon a Lucifer y lograron encontrar refugio en su recóndita sabiduría...

               ... Sólo algunos entendieron y esculpieron en su interior aquel monumento aún mayor e infinito que les entregó la estrella: La rebelión.



jueves, 22 de octubre de 2015

¿Porqué Vamachara?






           El Sánscrito (Lengua clásica y ritual de la India y Nepal) es para el hinduismo y el budismo lo que es el latín y el griego helenístico para el cristianismo y Europa. Es una de las lenguas más antiguas conocidas y actualmente la podemos escuchar bajo la forma de cánticos o sonoridades conocidas como los mantras.

         El sonido sánscrito Vamachara significa "Conducta de la Izquierda" o como lo traduce la tradición ocultista moderna "Sendero de la mano Izquierda", (Left Hand Path en ingles) y ha tenido diversas acepciones a través de los siglos, entendiéndose el término original sánscrito como un camino asociado a prácticas no ortodoxas dentro de las religiones hindúes como formas bizarras del tantra u otras prácticas sexuales moralmente reprobables como usar elementos de adoración no aceptados por esas sociedades como beber alcohol en el acto sexual.

          El camino del Vamachara Hindú no se enfocaba en la alabanza a la divinidad exterior exotérica, sino más bien al camino interno, esotérico, la auto-deificación. En él era el cuerpo mismo el templo de la divinidad. Este ritual se llamaba y se llama Chakra-Puja y en él se comparten los alimentos anteriormente descritos por un grupo de  personas para luego dar paso al sexo grupal. (Jamás confundir esta práctica con el sexo como lo entiende la sociedad occidental).



          El Sendero de la Mano Izquierda occidental nos habla en cierta medida de lo mismo, pero amplia su espectro a algo mucho más grande que los tantras o prácticas rituales. Nos entrega una forma de vida discorde con los modelos tradicionales y dentro de este modo de ver la vida incluye prácticas non-sanctas o heterodoxas en contraposición con "lo correcto"; por esto va íntimamente ligado a las tendencias satanistas de la actualidad. Satán o Shatan, en arameo antiguo, es "adversario, enemigo, acusador".

           El sendero de la izquierda tiene por ende un aspecto dual. Si hablamos de izquierdo es porque existe un derecho (Diestra, siniestra) y viceversa.

        Simbológica y culturalmente hablando asociamos al lado derecho lo correcto, lo bueno, lo recto; a diferencia del izquierdo qu e representa lo malo, lo negativo, lo mal hecho. Nuestra cultura está llena de referencias con dichos y creencias populares de esta dicotomía, "te levantaste con el pie izquierdo" cuando nuestro día va mal, o si una persona es considerada de confianza es "nuestra mano derecha", o si nos zumba el oído izquierdo alguien nos hecha malas vibras, etc. Está demás decir que hace algunos años a los zurdos se les obligaba a escribir con la mano derecha...

       Hay un tema a considerar también, que nos habla de las manera cruzada en que trabaja nuestro cerebro. El hemisferio izquierdo actúa sobre nuestra corporeidad derecha y el derecho sobre la izquierda.

          El hemisferio izquierdo es la parte "práctica" y se refiere a los temas lógicos, matemáticos, al habla y a la escritura. Transforma la información en frases, en fonemas. Gracias a este hemisferio logramos sobrevivir en este plano de realidad.

        En cambio el hemisferio derecho es lo no racional, se enfoca en los sentimientos y en las habilidades artísticas y musicales. Entiende la realidad como un todo, no la segmenta ni la secciona analíticamente, por eso se habla de las características "integradoras" que posee. Además está en directa relación con nuestro mundo inconsciente y onírico.

         En la tradición ancestral china se habla de esta polaridad en la representación del yin y el yang, el yin es nuestro hemisferio derecho (femenino) y el yang nuestro hemisferio masculino. Todo en la naturaleza esta imbuido por esta figuración dual ( el día, la noche, el calor, el frío, la luz, la oscuridad, etc.) Todo tiene una naturaleza femenino-masculino o si mejor se quiere entender, izquierda o derecha. Sin lo uno no existe lo otro.

        Pero ojo, cuando se habla de femenino-masculino no se hace en modo alguno con connotaciones sexuales, esto va mucho mas allá de simples diferencias de género.

        El lado izquierdo ( la mano izquierda ) está al amparo del hemisferio derecho, de lo femenino, de lo inconsciente y de lo intangible. Es el lado oculto y no deseado. Nos habla de aquello que no está a la luz, sino que en nuestro interior, como una llama íntima que nos ilumina más que la claridad del mismo Sol.

       El sendero de la mano izquierda es la antorcha que sostiene la mano de la diosa extinta, esa diosa interna (lo femenino) que el cristianismo, los monoteísmos y el mundo moderno se ha encargado de aniquilar, sobreponiendo a la razón por sobre lo creativo, por sobre el arte, y al dinero por sobre los sentimientos y por sobre el amor. La antorcha de la Madre Kali y de Ishtar, de Devi, Tiamat, Xochiquetzal y también porque no, del Baphometh, como entidad ambigua y ambivalente.

       Este blog no habla de ciencia ni mucho menos, habla de Vamachara...Unas cuantas letras para los soñadores...